Poemas de Amor Soledad, la señora del primero
Lo primero que hace, como siempre,
es abrir las ventanas de la casa,
necesita que el aire fresco inunde
su espacio, necesita que el hedor
de la muerte se vaya con la luz.
Entonces se dirige a la vitrina
y saca de una lata algunas fotos
que el olvido ha gastado con los años,
acaricia el papel como el que mesa
el cabello de un niño, se detiene
en la mirada gris de celulosa
y llora. Llora Soledad el hueco
que ha dejado el silencio en sus mañanas,
la gota intermitente de los grifos,
el graznido de un cuervo en el teléfono,
la humedad que conquista las paredes
de su débil y ajado corazón.
Una medalla cuelga de su cuello,
así sabe que no morirá sola.
Sentada en la butaca, Soledad,
espera que la puerta de su piso
se abra algún día desde fuera, y pase
alguien, y le pregunte ¿cómo estás?
Lo primero que hace, como siempre,
es abrir las ventanas de la casa,
necesita que el aire fresco inunde
su espacio, necesita que el hedor
de la muerte se vaya con la luz.
Entonces se dirige a la vitrina
y saca de una lata algunas fotos
que el olvido ha gastado con los años,
acaricia el papel como el que mesa
el cabello de un niño, se detiene
en la mirada gris de celulosa
y llora. Llora Soledad el hueco
que ha dejado el silencio en sus mañanas,
la gota intermitente de los grifos,
el graznido de un cuervo en el teléfono,
la humedad que conquista las paredes
de su débil y ajado corazón.
Una medalla cuelga de su cuello,
así sabe que no morirá sola.
Sentada en la butaca, Soledad,
espera que la puerta de su piso
se abra algún día desde fuera, y pase
alguien, y le pregunte ¿cómo estás?